viernes, 14 de diciembre de 2018

Sermón Mandato Misionero


Queridos Jóvenes; hoy comenzamos la misión. Realizaremos en esta santa misa lo que se conoce como “mandato misionero”.
Mañana iremos a trabajar pastoralmente al Oratorio, y el sábado comenzaremos a trabajar pastoralmente en esta parroquia.
¿Por qué misionar? ¿Para qué misionar?
Si queremos darle sentido a todo lo que vamos a hacer estos días, de lo primero que tenemos que estar convencidos es que la felicidad está en la unión con Dios.
¿Cómo podemos convencernos que la felicidad está en la unión con Dios? Viendo lo tristes que estamos cuando estamos solos. Es verdad que podemos evadirnos de la realidad y olvidar que estamos solos… pero eso en el fondo no soluciona la tristeza de la soledad.
Podemos darnos cuenta de lo triste que es la soledad cuando nos imaginamos con bienes, pero solos… Imaginen por ejemplo un viaje hermoso, pero solo. Una super cena, pero solo. En cambio, cuando uno está con un amigo, con una persona a la cual quiere… en el fondo no hay nada que no se pueda superar.
¡Imagínense si ese amigo es Jesús! Si uno siente un apoyo y una paz con un amigo, cuando uno le cuenta lo que siente, lo que sufre… imagínense lo que debe ser tener a Jesús como amigo al lado nuestro.
Si no hay felicidad más grande que tener a Jesús como amigo, no hay tristeza más grande que perderlo, lo cual se hace con el pecado.
Esa alegría y esa tristeza hay que descubrirla… Debemos descubrirla nosotros y debemos ayudar a descubrirla a los demás.
Lo segundo que debemos reconocer para darle sentido a esta misión es que la alegría es contagiosa. Así como la tristeza contagia (ejemplo de lo contagioso del suicidio), así la alegría contagia.
Quiero ponerles un ejemplo:
Jesús dice que nosotros con Él; o Él con nosotros, somos como la vid y los sarmientos.
Nosotros somos los sarmientos que vivimos de la vid. Pero el sarmiento, si vive de la vid, da fruto. No podemos vivir de la vid y no dar frutos. Seríamos como un hijo que lo único que hace es comer y dormir. ¡Hay que trabajar! Lo mismo pasa en la Iglesia.
Tenemos la alegría de estar unidos a la Iglesia, debemos trabajar por la Iglesia.
“¿Padre, pero a mí todavía me falta crecer en esa felicidad en la unión con Cristo?”
A todos nos falta.
Es verdad que es necesario gozar de esa unión con Jesús para disponerse a contagiarla; pero no es necesario esperar a ser santos para empezar a misionar. El crecimiento interior y la misión son como las dos piernas sobre las cuales vamos caminando. Se van dando pequeños pasos…
Por todo esto nosotros los invitamos a ser misioneros. Les confieso que no los invitamos solo a esta misión. Les confieso que los padres y las hermanas tenemos un sueño, algo que nos llenaría enormemente de alegría. Que ustedes se hagan misioneros. Lloraríamos de alegría.
Queremos invitarlos a la misión porque los queremos mucho y sabemos que es el camino para la santidad.
Queremos invitarlos a la misión porque necesitamos ayuda. Tenemos que dar mucho fruto más que el que damos…
Queremos invitarlos a la misión porque los años pasan y dentro de poco ya no estaremos nosotros; y cuando nosotros no estemos, ustedes estarán en la plenitud de la vida; cuando nosotros nos vayamos, ustedes estarán gobernando el mundo. Tenemos que dejar a alguien nuestro testimonio…
Queridos jóvenes: quiero advertirles que la misión es sacrificio.
San Pablo la describe así:
“Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24).
¿Qué quiere decir esto?
Que Jesús murió por todos, pero su muerte es infecunda en la persona si esa persona no la aprovecha. Nosotros tenemos que hacer el sacrificio para que esa persona reciba a Jesús.
La misión es sacrificio.
¿En qué consiste el sacrificio del misionero?
Pobreza, cansancio, incomodidades… Pero el mayor de los sacrificios es el desprecio y la indiferencia que uno recibe de muchos.
Ante este desprecio del mundo no hay que engañarse… Deja muchos frutos la misión por más que uno no lo vea. Mañana les voy a contar una historia sobre esto… me tienen que hacer recordar.
Lo segundo: sepan que todos los hombres buscan sin saberlo la alegría que nosotros poseemos. No hay que achicarse. Con humildad hay que saberse poseedor de la alegría que todos buscan.
Finalmente les quiero contar que la misión trae alegrías enormes. Así como la mamá cuando da a luz sufre, pero una vez que tiene al bebé en sus brazos el gozo es indecible; así la misión da las alegrías más grandes que una persona puede experimentar en el trato con las otras personas.
Fíjense la alegría que trae la misión:
Cuando Jesús mandó a los discípulos a misionar, estos volvieron felices!!!!
Lucas 10
1 Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
2 Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos.
16 «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»
17 Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
18 El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»
Yo les puedo asegurar que cuando estemos delante de Jesús en el juicio final y recordemos con Él estos días de misión, Él nos sonreirá, y su sonrisa traerá paz y confianza a nuestras almas.
Pidamos a la Virgen nos ayude a ser fieles misioneros. 
Padre Pablo Rossi, IVE

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