martes, 31 de diciembre de 2019

María Madre de Dios

La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de "María, Madre de Dios". Ya en las Catacumbas que están cavadas debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa hay pinturas con este nombre: "María, Madre de Dios".
La Iglesia presenta a nuestra consideración la figura de la Santísima Virgen como Madre de Dios. Maternidad divina que es la causa de todos los títulos y grandezas de María: es Inmaculada, llena de gracia, corredentora, asunta y reina de cielos y tierra, por ser Madre de Dios.
Por consiguiente: La maternidad divina constituye el primer principio básico y fundamental de toda la mariología.
Cerca del año 430 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios. Nestorio decía que no debemos hacer como los paganos que dicen que los dioses tienen madre. El erróneo argumento del hereje Nestorio era el siguiente: Jesús es Dios desde toda la eternidad. En el tiempo nació solamente como hombre, no como Dios. Por consiguiente María es madre de la humanidad de Jesús y no de la divinidad de Jesús. No se puede decir que María sea madre de Dios, sino solamente madre del hombre.
La respuesta que se le debe dar a este argumento herético es el siguiente: La maternidad y la filiación son relaciones que se dan entre las personas, no entre partes de las personas. Así por ejemplo, la madre es madre de todo el hijo y no solamente del cuerpo, si bien ella aporta el cuerpo y el alma es infundida por Dios. Por eso, María es madre de Jesús, y es ridículo decir que es madre de una parte de Jesús. María es Madre de Jesús, Jesús es Dios, María es entonces madre de Dios.
Santo Tomás aclara: es Madre de Dios no porque sea madre de la Divinidad sino porque es Madre según la humanidad de una persona que es Dios y hombre.
Cuando aparece la herejía de Nestorio se reunieron en concilio unos 200 obispos en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: "La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios". Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
Pero la Virgen no es solo madre de Dios, es también madre nuestra.
Varios argumentos podemos dar:
Al ser madre de Cristo y el estar nosotros unidos a Cristo como los miembros a la cabeza, es también madre nuestra.
Es Madre de Cristo Cabeza, al cual nosotros estamos incorporados (en cuanto Redentor). Así la Virgen Santísima al engendrar física y naturalmente a Cristo, engendraba espiritual y sobrenaturalemnte a todos los cristianos como miembros místicos de Cristo. Entonces María es Madre del Cristo total: aunque diversamente, físicamente de la Cabeza, espiritualmente de los miembros.
Es Madre nuestra por ser Corredentora. Así León XIII: “La Virgen Santísima, así como es Madre de Jesucristo, así también lo es de todos los cristianos, en cuanto los engendró en el monte Calvario en medio de los supremos tormentos del Redentor. Y esto fue proclamando solemnemente desde la Cruz (Jn 19, 26-27)”.
Finalmente podemos decir que es madre nuestra porque nos adoptó explícitamente en el Calvario.
Pablo VI decía: “Ella continúa ahora desde el cielo cumpliendo su función maternal de cooperadora en el nacimiento y en el desarrollo de la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos”.
El hecho de que María sea madre de Dios y madre nuestra nos une muy especialmente a Dios y nos da una enorme seguridad en su intercesión.
Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: "He ahí a tu madre", ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?
¿Puede alguno de ustedes negar algo a su madre cuando la ve sufrir? Pues aunque alguien niegue algo a su madre, Jesús no se lo negará jamás.
Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.
Del hecho de que María sea Madre de Dios y Madre nuestra deducimos tres cosas:
1. María no nos negará nada que sirva para nuestro bien y que nos animemos a pedirle. Ya decía Aristóteles, hace miles de años: “Si queremos saber que es el amor debemos estudiar a las madres, porque son las que más aman”. Esto nos muestra que las madres tienen esa fuerte tendencia natural a amar a sus hijos. Si toda madre tiene esa tendencia a amar a sus hijos, cuanto más la Virgen María, que siendo nuestra madre es la más santa de todas las criaturas.
2. Siendo Jesús hijo de María no le negará a María nada de lo que ella le pida. ¿Cómo negarle algo a su madre que fue capaz de sufrir con Él y acompañarlo en la cruz? Jesús se recordará a su madre, llorando a los pies de la cruz y no le negará nada.
3. Jesús no nos negará nada que se lo pidamos por María, y estará más contento si le pedimos algo a través de María que si se lo pedimos directamente, de la misma manera que un buen hijo se pone más contento cuando alaban a su madre que cuando lo alaban a él mismo.
Sepamos rezarle a la Virgen y tenerla siempre como intercesora. El tener una auténtica devoción a la Virgen es indicio de salvación eterna.

Padre Pablo Rossi, IVE

lunes, 4 de noviembre de 2019

Dar a los pobres

De San Gregorio Nacianceno (330-390)

"Dios, emocionado por el gran desamparo del hombre, le dio la Ley y los profetas, después de haberle dado la ley no escrita de la naturaleza (cf Rm 1,26); finalmente, él mismo se entregó para la vida del mundo. Nos entregó a los apóstoles, evangelistas, doctores, pastores, curaciones, prodigios. Nos devolvió a la vida, destruyó a la muerte, triunfó sobre el que nos había vencido, nos dio la Alianza prefigurativa, la Alianza de verdad, los carismas del Espíritu Santo, el misterio de la salvación nueva...
"Dios nos colma de bienes espirituales, si queremos recibirlos: no vaciles en ayudar a los que lo necesitan. Da sobre todo al que te pide, y hasta antes de que te pida, dando incansablemente limosna de la doctrina espiritual... A falta de estos dones, proponle por lo menos servicios más modestos: dale de comer, ofrécele viejos vestidos, abastécele de medicinas, venda sus heridas, pregúntale por sus dificultades, enséñale la paciencia. Acércate sin temor. Ningún peligro te hará daño ni te contagiarás de sus enfermedades... Apóyate en la fe; que la caridad triunfe ante tus reticencias... No engañes a tus hermanos, no permanezcas sordo a sus llamadas, no los evites. Sois miembros de un mismo cuerpo (1Co 12,12s), aunque esté quebrantado por la maldad; igual que a Dios, 'a ti se encomienda el pobre' (Sal. 9,35 Vulg)".

Cita San Gregorio el salmo 9: "Tú (Dios) ves las penas y los trabajos, tú miras y los tomas en tus manos. A ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano". Eso mismo, dice San Gregorio, debe aplicarse a nosotros.

Nuestras obras se deben parecer lo más posible a las de Dios, a las de Jesús, a las de la Virgen.
Ellos tienen un amor universal, y dan sin esperar nada a cambio. Así nosotros tenemos que tener un amor universal y dar sin esperar nada a cambio.
Debemos evitar esas amistades particulares, que nos separan del amor universal y nos llevan a buscar consuelos egoístas.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Rezar por los difuntos difuntos. Tomado del "Credo Comentado" de Santo Tomás de Aquino.


Por cuatro razones descendió Cristo con su alma a los infiernos.
La primera fue soportar toda la pena del pecado, para expiar así toda la culpa.
La segunda fue el socorrer perfectamente a todos sus amigos. En efecto, El tenía amigos no sólo en el mundo sino también en los infiernos.
La tercera razón fue el triunfar perfectamente sobre el diablo.
La cuarta y última razón era librar a los santos que estaban en los infiernos.


De todo esto podemos recibir para nuestra instrucción cuatro cosas.
En primer lugar, una firme esperanza en Dios.
En segundo lugar, debemos concebir el temor (de Dios) y apartar la presunción. Porque aun cuando Cristo haya padecido por los pecadores y descendido a los infiernos, sin embargo no liberó a todos, sino tan sólo a los que estaban sin pecado mortal.
En tercer lugar, debemos estar alertas. Precisamente porque Cristo descendió a los infiernos por nuestra salvación, nosotros debemos preocuparnos por descender allí frecuentemente considerando ciertamente las penas aquellas.
En cuarto lugar, de esto resulta para nosotros un ejemplo de amor. En efecto, Cristo bajó a los infiernos para liberar a los suyos, y por lo tanto nosotros debemos descender allí (en espíritu) para ayudar a los nuestros. Pues ellos nada pueden, por lo cual debemos ayudar a los que están en el purgatorio. Demasiado cruel sería quien no ayudara a un ser querido que estuviese en una cárcel terrena. Así es que no habiendo ninguna comparación de las penas de este mundo con aquéllas, mucho más cruel es el que no le ayuda al amigo que está en el purgatorio.
Como dice San Agustín, se les ayuda principalmente de tres maneras, a saber, con misas, con oraciones y con limosnas. San Gregorio agrega una cuarta manera: el ayuno. Ni hay de qué admirarse, porque aun en este mundo, el amigo puede satisfacer por el amigo.

viernes, 2 de agosto de 2019

La verdadera victoria

En la liturgia de hoy, sábado 3 de agosto, vemos un contraste.
Por una parte el Cántico de Moisés que rezamos en laudes señala una gran victoria: “Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación”.
Por otra parte el martirio de San Juan Bautista que se lee en el evangelio suena a derrota. Dios rescató al pueblo judío, pero no lo rescató a Juan: “El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús”.
¿Hay contradicción entre estos textos? No. Ya que en realidad la victoria a la cual alude el Cántico de Moises trasciende el hecho del mar Rojo y se abre a una visión trascendente.
En efecto, el cántico dice: “... guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, los llevaste con tu poder hasta tu santa morada”.
¿A qué morada hace referencia? Tal vez en primera instancia a la Tierra Prometida; pero indudablemente también hace referencia al cielo; y a esto principalmente.
Así lo comenta San Juan Pablo II: “El cántico no habla sólo de la liberación obtenida; indica también su finalidad positiva, la cual no es más que el ingreso en la morada de Dios, para vivir en comunión con él: «Guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado; los llevaste con tu poder hasta tu santa morada» (Ex 15,3). Así comprendido, este acontecimiento no sólo estuvo en la base de la alianza entre Dios y su pueblo, sino que se convirtió también en un «símbolo» de toda la historia de la salvación. Muchas otras veces Israel experimentará situaciones análogas, y el Éxodo se volverá a actualizar puntualmente. De modo especial aquel acontecimiento prefigura la gran liberación que Cristo realizará con su muerte y resurrección”. (Audiencia 21/11/2001).
Por consiguiente, ante nuestras tribulaciones, ante nuestras tentaciones, ante nuestras debilidades, ante todas esas cosas que representan nuestro Mar Rojo, tenemos que saber que el poder de Dios puede liberarnos y llevarnos a su morada.
Le pedimos esta gracia a la Virgen.
Padre Pablo Rossi, IVE

En vos confío

Tres ideas y una aplicación

1) Primera idea: Dios no eligió un pueblo, sino que se creó un pueblo. De hecho el pueblo de Israel no existía cuando  Dios llamó a Abraham. Dios, a partir de Abraham, se forma su pueblo.

2) Segunda idea: Lo mismo pasa con nosotros: cuando Dios nos elige nos recrea. Así dice el salmo: "¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme".

3) Tercera idea: Es necesario dejarnos recrear por Él. Poner nuestra vida en sus manos. Por eso Jesús pide la fe en Él para hacer milagros en nosotros. El evangelio de hoy dice: “no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente".

Aplicación: Muchas veces, viendo nuestros pecados y nuestras debilidades, no tenemos fe en el poder de Jesús. Decimos: “la santidad no es para mí”. Nos cerramos de ese modo a su obrar creador en nuestras almas.

Pidamos perdón; arrepintámonos de nuestros pecados; entreguémosle toda nuestra vida y Él creará en nosotros un corazón nuevo.

Hoy, día del Sagrado Corazón, recordemos cómo dice el canto:

Aunque sienta venir la desconfianza
y os obligue a mirarme  con desvío
no será confundida  mi esperanza
¡Sagrado Corazón en vos confío¡
Padre Pablo Rossi, IVE

miércoles, 3 de julio de 2019

Aceptar la Voluntad de Dios

Aristóteles decía que el estado natural de un cuerpo es el reposo.
No es el momento de dar una clase de filosofía de las ciencias para demostrar que lo de Arsitóteles es correcto, más allá de lo que dice la primera ley de Newton: "un objeto permanece en reposo o con movimiento rectilíneo uniforme al menos que sobre él actúe una fuerza externa".
Volvamos entonces a Aristóteles: el estado natural es el reposo; o podríamos decir: el equilibrio.
Esto tiene aplicación en el plano espiritual. El espíritu necesita estar en equilibrio, en reposo, en serenidad, en paz... si no está en ese estado, hace lo que puede para conseguirlo.

En concreto:
Ante una situación dolorosa, que no nos gusta... (la muerte de un ser querido, por ejemplo...) se provoca una situación de desequilibrio espiritual, (podemos llamarla angustia), que debe de alguna manera superarse.
¿Cómo se supera?
Posibilidades:
1. Evasivamente. Uno puede evadir la situación dolorosa por alguna técnica, por ejemplo el uso de drogas o alcohol; o meramente con el paso del tiempo, dejando que eso se olvide o pase a un segundo plano casi olvidado.
Un modo de evasión parecen ser las técnicas de meditación oriental que pretenden alcanzar el Nirvana o estado de liberación.
2. Otro modo de querer tender a ese equilibrio es mediante la lucha o la queja, o la rebeldía. Revelarse contra Dios o contra todo.
3. El tercer modo, el auténtico, es la aceptación de la fe, gracias a la cual uno acepta la situación como fruto de la bondad de Dios, según aquello de que "todo sucede para el bien de los que aman a Dios".
Es el modo válido y auténtico, pero es el más difícil; porque consiste en ponerse en manos de otro. Es como un aumentar el desequilibrio de modo tal que se lo recupera. Perdí, por ejemplo, una cosas que quería, pero por la fe le entrego todo a Dios.

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Es evidente que este trabajo de aceptación se verifica solo ante la prueba.
¿Esa aceptación es constitutiva del acto de fe? ¿Se puede hacer un acto de fe sin estar en una situación de prueba?
Sí; pero indudablemente la fe probada es una fe más profunda.
Yo puedo creer que todo sucede para el bien de los que aman a Dios cuando no me pasa nada malo; pero si me pasa algo malo y sigo creyéndolo, este nuevo acto de fe será mucho más grande.
Y esto es así porque la fe será más grande cuando el equilibrio o aceptación interior que deba lograr sea mayor.
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Finalmente: ese equilibrio que debe conseguir el acto de fe no siempre está dado por una situación dolorosa.
Puede ser una inquietud no resuelta, pero que realmente me desequilibra.... (El sentido de la vida, por ejemplo).
En el caso de Santo Tomás Apóstol, hay una mezcla de cosas. Está el dolor de la muerte de Jesús, la inquietud provocada por el testimonio de sus amigos...  Su situación es de desequilibrio. Y el modo de conseguir el equilibrio es entregarse totalmente a Dios; pero él se niega. Lo hará más adelante, cuando la prueba se haya disminuido por tener el testimonio de la presencia sensible de Jesús. Terminará haciendo un acto de fe, pero menor. "Tú has creído Tomás porque has visto... felices los que crean sin haber visto".
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Si queremos crecer en nuestra entrega a Dios debemos querer crecer en la fe; y para crecer en la fe es necesario ser probados en las tribulaciones.
Pidamos entonces no una vida sin tribulaciones, sin desequilibrios.... pidamos sí la fuerza de la fe para poder superarlas.
Padre Pablo Rossi, IVE

miércoles, 26 de junio de 2019

Elegir con la razón

Jesús dijo a sus discípulos (Mt 7,15):
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.
Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

......
Tengo dos amigos. Uno es super simpático; el otro es apático. Con el primero la paso muy bien; el segundo es aburrido. Siempre que me siento solo, llamo al primero para divertirme. Me siento bien con él. Es el amigo que quiero. Al segundo ni se me ocurre llamarlo.

De repente me surge una necesidad. Necesito alguien que me ayude. Llamo al primer amigo y me dice que no tiene tiempo. Llamo al segundo porque estoy desesperado… me atiende amablemente; deja todo lo que está haciendo; gasta su tiempo por mí.

Descubrí al verdadero amigo. Razoné y me di cuenta cuál de los dos es el que vale la pena. Ahora ya no llamo más al simpático; llamo al que realmente me quiere.

….

Del ejemplo apenas relatado se pueden sacar dos enseñanzas.

1) El verdadero amigo es el que realmente me ayuda. Cuidado con los falsos amigos, que hablan, pero traicionan.

2) El verdadero amigo se descubre con la razón, y no con los sentimientos. Cuidado de elegir las cosas sentimentalmente. Los sentimientos pueden traicionar. Hay que elegir con la razón; buscando con ella los frutos que indican cuáles son los buenos árboles.
Padre Pablo Rossi, IVE