viernes, 2 de agosto de 2019

La verdadera victoria

En la liturgia de hoy, sábado 3 de agosto, vemos un contraste.
Por una parte el Cántico de Moisés que rezamos en laudes señala una gran victoria: “Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación”.
Por otra parte el martirio de San Juan Bautista que se lee en el evangelio suena a derrota. Dios rescató al pueblo judío, pero no lo rescató a Juan: “El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús”.
¿Hay contradicción entre estos textos? No. Ya que en realidad la victoria a la cual alude el Cántico de Moises trasciende el hecho del mar Rojo y se abre a una visión trascendente.
En efecto, el cántico dice: “... guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado, los llevaste con tu poder hasta tu santa morada”.
¿A qué morada hace referencia? Tal vez en primera instancia a la Tierra Prometida; pero indudablemente también hace referencia al cielo; y a esto principalmente.
Así lo comenta San Juan Pablo II: “El cántico no habla sólo de la liberación obtenida; indica también su finalidad positiva, la cual no es más que el ingreso en la morada de Dios, para vivir en comunión con él: «Guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado; los llevaste con tu poder hasta tu santa morada» (Ex 15,3). Así comprendido, este acontecimiento no sólo estuvo en la base de la alianza entre Dios y su pueblo, sino que se convirtió también en un «símbolo» de toda la historia de la salvación. Muchas otras veces Israel experimentará situaciones análogas, y el Éxodo se volverá a actualizar puntualmente. De modo especial aquel acontecimiento prefigura la gran liberación que Cristo realizará con su muerte y resurrección”. (Audiencia 21/11/2001).
Por consiguiente, ante nuestras tribulaciones, ante nuestras tentaciones, ante nuestras debilidades, ante todas esas cosas que representan nuestro Mar Rojo, tenemos que saber que el poder de Dios puede liberarnos y llevarnos a su morada.
Le pedimos esta gracia a la Virgen.
Padre Pablo Rossi, IVE

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