miércoles, 5 de junio de 2019

Estamos en el mundo, pero no somos del mundo

Dos cosas queremos hacer notar del evangelio de hoy (Jn 17, 11b-19)
En primer lugar, el odio del mundo a los cristianos.
Así dice Jesús: “Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”.
La Palabra ilumina y el mundo la odia, porque la Palabra ilumina el mal que el mundo hace.
Así dice el Prólogo de San Juan:
“La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”.
El papa Francisco también afirma: “El mundo odia a los cristianos por la misma razón por la que odió a Jesús, porque Él trajo la luz de Dios y el mundo prefiere las tinieblas para ocultar sus obras malas”.
Jesús es luz y nosotros somos luz si obramos como Jesús. ¿Que quiere decir que somos luz? Que nuestro modo de obrar muestra por contraste la maldad del mundo. Y como el mundo ve en nosotros una acusación viviente, nos odia. Tratan de calumniarnos y en el futuro, tal vez no muy lejano, nos matarán.
Es tan así que vivir en el mundo es peligroso.
Dice Jesús: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno”. El Maligno quiere destruirnos mientras estamos en el mundo sin ser del mundo.
Fíjense estas palabras de Jesús: “Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura”.
Judas cayó; pero si no hubiese sido por la protección de Jesús, hubiesen caído también los otros apóstoles.
Así de difícil es nuestra vida en el mundo; sin la protección de Jesús y la Virgen, no podríamos conservar nuestra fe.
Que Jesús y la Virgen nos protejan.
Padre Pablo Rossi, IVE

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