Queridos Jóvenes; hoy comenzamos la misión.
Realizaremos en esta santa misa lo que se conoce como “mandato misionero”.
Mañana iremos a trabajar pastoralmente al
Oratorio, y el sábado comenzaremos a trabajar pastoralmente en esta parroquia.
¿Por qué misionar? ¿Para qué misionar?
Si queremos darle sentido a todo lo que
vamos a hacer estos días, de lo primero que tenemos que estar convencidos es
que la felicidad está en la unión con Dios.
¿Cómo podemos convencernos que la felicidad
está en la unión con Dios? Viendo lo tristes que estamos cuando estamos solos.
Es verdad que podemos evadirnos de la realidad y olvidar que estamos solos…
pero eso en el fondo no soluciona la tristeza de la soledad.
Podemos darnos cuenta de lo triste que es
la soledad cuando nos imaginamos con bienes, pero solos… Imaginen por ejemplo
un viaje hermoso, pero solo. Una super cena, pero solo. En cambio, cuando uno
está con un amigo, con una persona a la cual quiere… en el fondo no hay nada
que no se pueda superar.
¡Imagínense si ese amigo es Jesús! Si uno
siente un apoyo y una paz con un amigo, cuando uno le cuenta lo que siente, lo
que sufre… imagínense lo que debe ser tener a Jesús como amigo al lado nuestro.
Si no hay felicidad más grande que tener a
Jesús como amigo, no hay tristeza más grande que perderlo, lo cual se hace con
el pecado.
Esa alegría y esa tristeza hay que
descubrirla… Debemos descubrirla nosotros y debemos ayudar a descubrirla a los
demás.
Lo segundo que debemos reconocer para darle
sentido a esta misión es que la alegría es contagiosa. Así como la tristeza
contagia (ejemplo de lo contagioso del suicidio), así la alegría contagia.
Quiero ponerles un ejemplo:
Jesús dice que nosotros con Él; o Él con
nosotros, somos como la vid y los sarmientos.
Nosotros somos los sarmientos que vivimos
de la vid. Pero el sarmiento, si vive de la vid, da fruto. No podemos vivir de
la vid y no dar frutos. Seríamos como un hijo que lo único que hace es comer y
dormir. ¡Hay que trabajar! Lo mismo pasa en la Iglesia.
Tenemos la alegría de estar unidos a la
Iglesia, debemos trabajar por la Iglesia.
“¿Padre, pero a mí todavía me falta crecer
en esa felicidad en la unión con Cristo?”
A todos nos falta.
Es verdad que es necesario gozar de esa
unión con Jesús para disponerse a contagiarla; pero no es necesario esperar a
ser santos para empezar a misionar. El crecimiento interior y la misión son
como las dos piernas sobre las cuales vamos caminando. Se van dando pequeños
pasos…
Por todo esto nosotros los invitamos a ser
misioneros. Les confieso que no los invitamos solo a esta misión. Les confieso
que los padres y las hermanas tenemos un sueño, algo que nos llenaría
enormemente de alegría. Que ustedes se hagan misioneros. Lloraríamos de
alegría.
Queremos invitarlos a la misión porque los
queremos mucho y sabemos que es el camino para la santidad.
Queremos invitarlos a la misión porque
necesitamos ayuda. Tenemos que dar mucho fruto más que el que damos…
Queremos invitarlos a la misión porque los
años pasan y dentro de poco ya no estaremos nosotros; y cuando nosotros no
estemos, ustedes estarán en la plenitud de la vida; cuando nosotros nos
vayamos, ustedes estarán gobernando el mundo. Tenemos que dejar a alguien
nuestro testimonio…
Queridos jóvenes: quiero advertirles que la
misión es sacrificio.
San Pablo la describe así:
“Ahora me alegro por los padecimientos que
soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones
de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24).
¿Qué quiere decir esto?
Que Jesús murió por todos, pero su muerte
es infecunda en la persona si esa persona no la aprovecha. Nosotros tenemos que
hacer el sacrificio para que esa persona reciba a Jesús.
La misión es sacrificio.
¿En qué consiste el sacrificio del
misionero?
Pobreza, cansancio, incomodidades… Pero el
mayor de los sacrificios es el desprecio y la indiferencia que uno recibe de
muchos.
Ante este desprecio del mundo no hay que
engañarse… Deja muchos frutos la misión por más que uno no lo vea. Mañana les
voy a contar una historia sobre esto… me tienen que hacer recordar.
Lo segundo: sepan que todos los hombres
buscan sin saberlo la alegría que nosotros poseemos. No hay que achicarse. Con
humildad hay que saberse poseedor de la alegría que todos buscan.
Finalmente les quiero contar que la misión
trae alegrías enormes. Así como la mamá cuando da a luz sufre, pero una vez que
tiene al bebé en sus brazos el gozo es indecible; así la misión da las alegrías
más grandes que una persona puede experimentar en el trato con las otras
personas.
Fíjense la alegría que trae la misión:
Cuando Jesús mandó a los discípulos a
misionar, estos volvieron felices!!!!
Lucas 10
1 Después de esto, designó el Señor a otros
72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a
donde él había de ir.
2 Y les dijo: «La mies es mucha, y los
obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
3 Id; mirad que os envío como corderos en
medio de lobos.
16 «Quien a vosotros os escucha, a mí me
escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a
mí, rechaza al que me ha enviado.»
17 Regresaron los 72 alegres, diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
18 El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del
cielo como un rayo.
20 pero no os alegréis de que los espíritus
se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»
Yo les puedo asegurar que cuando estemos
delante de Jesús en el juicio final y recordemos con Él estos días de misión,
Él nos sonreirá, y su sonrisa traerá paz y confianza a nuestras almas.
Pidamos a la Virgen nos ayude a ser fieles
misioneros.
Padre Pablo Rossi, IVE
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