Sabemos que María es
madre de Jesús, y como Jesús es Dios, María es madre de Dios. Por eso se la
llama a la Virgen: “Theotokos”, que en griego significa: “la que ha engendrado
a Dios”.
Para afirmar esto
encontramos fundamentos bíblicos. La biblia no lo dice explícitamente, pero sí
dice que María es la madre de Jesús y dice que Jesús es Dios.
Por ejemplo:
Jn 20,28: “Tomás le contestó:
«Señor mío y Dios mío»”.
Mt 1, 22-23 dice: “La
virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que
traducido significa: «Dios con nosotros»”.
Por otra parte la Iglesia
ha afirmado desde muy antiguo que la Virgen es madre de Dios. "Ya en el siglo
III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los cristianos de Egipto
se dirigían a María con esta oración: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre
de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo
peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita»" (San Juan Pablo II, Cat. 27-XI-96).
Finalmente en Éfeso es
declarado el dogma de modo solemne en el año 431.
En el siglo IV, antes de
Éfeso, el término Theotokos ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en
Occidente. La piedad y la teología se refieren cada vez más a menudo a ese término,
que ya había entrado a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia.
En el Siglo V, todavía
antes de Éfeso, surgen herejías en contra de este dogma.
Destaca la de Nestorio. “Al
pretender considerar a María sólo como madre del hombre Jesús, sostenía que
sólo era correcta doctrinalmente la expresión «Madre de Cristo». Lo que indujo
a Nestorio a ese error fue la dificultad que sentía para admitir la unidad de
la persona de Cristo y su interpretación errónea de la distinción entre las dos
naturalezas -divina y humana- presentes en él” (Idem).
“El concilio de Éfeso, en
el año 431, condenó sus tesis y, al afirmar la subsistencia de la naturaleza
divina y de la naturaleza humana en la única persona del Hijo, proclamó a María
Madre de Dios” (Idem).
“¿Cómo es posible que una
criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara:
la maternidad divina de María se refiere solo a la generación humana del Hijo
de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde
siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa
generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos
mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio
a luz” (Idem).
“Así pues, al proclamar a
María «Madre de Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo
encarnado, que es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad,
sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella
la naturaleza humana” (Idem).
“La maternidad es una
relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la
criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello,
María al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que
es persona divina, es Madre de Dios” (Idem).
“Cuando proclama a María
«Madre de Dios», la Iglesia profesa con una única expresión su fe en el Hijo y
en la Madre” (Idem).
Que la Virgen María sea Madre de Dios
quiere decir que engendra a Dios en la historia, siendo así origen de una tal
presencia de Dios en nosotros, necesaria, por designo divino, para nuestra
salvación.
Dios podría “relacionarse” con nosotros de
otros modos; pero por designo divino no hay otro modo de salvarse si no es por
Cristo (“Yo soy el camino”). La salvación debe venir, sí o sí, por Dios
encarnado. Y la presencia de Dios encarnado tiene origen en María. Por eso
María es origen de nuestra salvación.
De más está decir la necesidad de tenerle a
la Virgen una enorme devoción, porque sólo por ella nos llega a nosotros el
Salvador del mundo, el Dios hecho hombre nacido de Ella.
Padre Pablo Rossi, IVE
No hay comentarios:
Publicar un comentario