El evangelio de hoy habla de la oración del Padre Nuestro. Hagamos algunos comentarios siguiendo a dos maestros de espiritualidad:
I)
Ayer, en el rezo de laúdes, recitamos el salmo 85.
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios».
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
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Se trata evidentemente de un salmo de súplica:
Inclina tu oído, escúchame, soy un pobre desamparado, protege mi vida, salva a tu siervo, piedad de mí, Señor, te estoy llamando todo el día, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica". "Mírame, ten compasión de mí. Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava".
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Es un salmo comentado por San Juan Pablo II:
Dice así el papa santo:
“El salmo 85, que se acaba de proclamar nos brinda una sugestiva definición del orante. Se presenta a Dios con estas palabras: soy "tu siervo" e "hijo de tu esclava" (v. 16). Desde luego, la expresión puede pertenecer al lenguaje de las ceremonias de corte, pero también se usaba para indicar al siervo adoptado como hijo por el jefe de una familia o de una tribu. Desde esta perspectiva, el salmista, que se define también "fiel" del Señor (cf. v. 2), se siente unido a Dios por un vínculo no sólo de obediencia, sino también de familiaridad y comunión. Por eso, su súplica está totalmente impregnada de abandono confiado y esperanza”.
Se trata entonces de que por ser hijos adoptivos de Dios le pedimos todo con confianza. De ahí que las palabras del Padre Nuestro comiencen afirmando nuestro filiación: “Padre Nuestro”.
II)
Lo segundo que podemos considerar es que nuestro Padre, al cual le pedimos las cosas, está en el cielo.
Así comenta Santa Teresa:
“Entender qué cosa es el lugar adonde dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra, hijas mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que después que entendamos cuán grande es, nos quedemos en la tierra”.
¡Nuestro Padre, que es Padre y que nos cuida y nos cura, está en el cielo! ¿Cómo vamos a querer permanecer en la tierra? Pongamos en el cielo nuestro anhelo.
III)
Finalmente: “venga tu reino”
Santa Teresa entiende que acá se le pide que nosotros estemos ya desde ahora en el reino de los cielos. Y explica la Santa:
“Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le amaríamos acá … mas muy de otra manera le amaríamos de lo que le amamos, si le conociésemos”.
¿Pedimos mucho en el Padre Nuestro cuando pedimos “Venga a nosotros tu reino? Sí.
Explica la Santa:
“Parece que voy a decir que hemos de ser ángeles para pedir esta petición y rezar bien vocalmente. Bien lo quisiera nuestro divino Maestro, pues tan alta petición nos manda pedir, y a buen seguro que no nos dice pidamos cosas imposibles”
Concluye entonces la Santa que el que reza bien el Padre Nuestro consigue esta petición; y si no la conseguimos, es que no rezamos bien el Padre Nuestro, seguramente impedidos por una vida mediocre.
Así dice la Santa:
“Perdonadme que lo quiero decir, porque sé que muchas personas, rezando vocalmente las levanta Dios a subida contemplación.
“Conozco una persona que nunca pudo tener sino oración vocal y, asida a ésta, lo tenía todo… Vino una vez a mí muy congojada, que no sabía tener oración mental ni podía contemplar, sino rezar vocalmente. Le pregunté qué rezaba; y vi que, asida al Paternóster, tenía pura contemplación y la levantaba el Señor a juntarla consigo en unión; y bien se parecía en sus obras recibir tan grandes mercedes, porque gastaba muy bien su vida. Así, alabé al Señor y hube envidia [de] su oración vocal”.
Pidamos entonces aprender a rezar bien el PadreNuestro. Que lo recemos bien y que tengamos como absoluta norma de vida. Y demos por descontado que si así hacemos, Dios nos concederá lo que en él pedimos, y nos uniremos de tal modo a Dios que viviremos un cielo anticipado en esta tierra.
Que la Virgen nos conceda esta gracia.
Padre Pablo Rossi, IVE